El problema con esta cinta es el nombre efectista que se le ha dado para su distribución en esta parte del continente, pero también su argumento trillado, sin sutilezas ni mayores ahondamientos. Si bien Agnès Merlet logró captar interés en películas como Le fils du Requin (1993), versión de un fragmento de Los cantos de Maldoror pero sin malditez, o Artemisia (1997), filme que también se estrenó en Lima en cartelera comercial, con El exorcismo de Dorothy Mills, se pone del lado de los lugares comunes de la venganza sobrenatural. La escuela de Sexto sentido en su peor estado.
Para empezar en la película no hay exorcismos, ni curas pegados a rituales vedados por la iglesia. Lo que hay es un acercamiento al tormento, al enigma de un personaje adolescente en crisis, pero este punto de inicio se desvanece. La Dorothy Mills de espanto no hace ni deshace.
Pareciera que Merlet no quiso soltarse, o no la dejaron. Se nota que El exorcismo de Dorothy Mills es un filme de encargo, sin embargo la cineasta pone de su parte para recrear atmósferas enrarecidas en un pueblo pacato y oscuro de la Irlanda rural, pero eso no basta. Contradiciendo la intención de titular la cinta con el nombre de la protagonista, la pelicula no sabe si ahondar en el retrato de la adolescente con aparente locura, o si hurgar en los recuerdos de la psiquiatra que la atiende: todo queda difuso, esbozado, sólo ideas sin terminar. Es como si Merlet no se librara de la idea de que tiene que hacer una película seria, embellecida, con un argumento sobre posesión, de qualité huyendo del género, sine embargo termina tomando todos los elementos de las cintas más trilladas sobre fantasmas, qderrubando cualquier atisbo de originalidad. Merlet deja de lado todas las posibilidades que hubieran hecho de esta cinta una experiencia distinta sobre pueblos enloquecidos, sobre curas escabrosos, sobre fanatismo religioso o patologías psiquiátricas.
Lo mejor es la bellísima Carice van Houten, la elección de Jenn Murray como la niña/mujer poseída y la dirección de arte. Lo peor, es que ya nos sabemos el cuento. La vuelta de tuerca resulta impuesta y moralista, un discurso de androginia (buuu, los hombres son muy pero muy malos). Ya no hay pueblos pequeños de verdaderos infiernos.
Para empezar en la película no hay exorcismos, ni curas pegados a rituales vedados por la iglesia. Lo que hay es un acercamiento al tormento, al enigma de un personaje adolescente en crisis, pero este punto de inicio se desvanece. La Dorothy Mills de espanto no hace ni deshace.
Pareciera que Merlet no quiso soltarse, o no la dejaron. Se nota que El exorcismo de Dorothy Mills es un filme de encargo, sin embargo la cineasta pone de su parte para recrear atmósferas enrarecidas en un pueblo pacato y oscuro de la Irlanda rural, pero eso no basta. Contradiciendo la intención de titular la cinta con el nombre de la protagonista, la pelicula no sabe si ahondar en el retrato de la adolescente con aparente locura, o si hurgar en los recuerdos de la psiquiatra que la atiende: todo queda difuso, esbozado, sólo ideas sin terminar. Es como si Merlet no se librara de la idea de que tiene que hacer una película seria, embellecida, con un argumento sobre posesión, de qualité huyendo del género, sine embargo termina tomando todos los elementos de las cintas más trilladas sobre fantasmas, qderrubando cualquier atisbo de originalidad. Merlet deja de lado todas las posibilidades que hubieran hecho de esta cinta una experiencia distinta sobre pueblos enloquecidos, sobre curas escabrosos, sobre fanatismo religioso o patologías psiquiátricas.
Lo mejor es la bellísima Carice van Houten, la elección de Jenn Murray como la niña/mujer poseída y la dirección de arte. Lo peor, es que ya nos sabemos el cuento. La vuelta de tuerca resulta impuesta y moralista, un discurso de androginia (buuu, los hombres son muy pero muy malos). Ya no hay pueblos pequeños de verdaderos infiernos.
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