22.9.12

Río de lágrimas (Namida Gawa) de Kenji Misumi

Se acaba de dar en Lima un ciclo con cinco películas en 35 mm de Kenji Misumi, cineasta japonés fallecido en 1975, quien exploró dentro de los márgenes del cine de samuráis y del shogunato toda una diversidad del género. Misumi fue unos de los cineastas más importantes de los estudios Daiei entre 1950 y 1970, y es conocido en todo el mundo por dirigir la saga de Zatoichi, el masajista ciego, así como por ser el mentor de coreográficas luchas inspiradoras del cine de acción tanto en China, Japón y EEUU (en filmes como Lone Wolf and Cub o Satan´s Sword). Misumi, más allá del chambara, también dirigió dramas o cintas de terror, pero tratando de dar un enfoque diferente, en el límite del género, como fue el caso de Río de lágrimas (Japón, 1967).

Dos hermanas se resisten a casarse para evitar dejar solo al padre enfermo y anciano. Sin embargo, lo que Misumi presenta como una historia familiar de entrega entre dos mujeres que cuidan al padre y que se empeñan en llevar una vida de solteras en tranquilidad, va virando hacia la conjunción de elementos que la vuelven un drama de desenlace intenso. Si en sus otros filmes los samuráis son sometidos a pruebas de honor o a celebrar venganzas con sagacidad, en Río de lágrimas, las heroínas son simples amas de casa, que se buscan labores por horas para evitar que el padre siga trabajando como orfebre y sufriendo los embates de una neuralgia. Las mujeres más bien siguen una pauta de la creatividad y de intuición: déjame pensar, le dice Omizhu a su hermana Otaka, mientras les llega la noticia de la amenaza de retorno de un hermano prófugo de la justicia. Es así que en esa lógica del mecanismo, Omizhu, la hermana mayor, va planificando el matrimonio de Otaka y el suyo, sin tener aún a los futuros maridos con ellas. Misumi nos acerca a estos personajes desde ese lado racional, lejos de la fuerza explícita que gozan los hombres en sus otras películas, pero para sí tramar un desenlace que se ubica en esa polaridad como afirmación del límite femenino. La mujer decidida con arma en mano, que se "criminaliza".

En Río de lágrimas los hombres se desviven en defectos, son manipuladores, mercenarios, borrachos, o están casi inmovilizados por la enfermedad. El motor tiene cuerpo de mujer, que no teme ser transgredido, a cambio de ser vehículo hacia lo feliz y estable.

Ambientada en el periodo Edo, en el siglo XIX, Río de lágrimas muestra a un cineasta que intenta escapar a las convenciones, ya que no se trata de un drama en estricto sensu (como tampoco es "solo terror" Cuento de fantasmas, del mismo Misumi y dirigida en 1959), sino de un filme que se desarrolla sin ese corsé para terminar en sus últimos cinco minutos con toda la fuerza de la conmoción del género: una hermana que muta en heroína en tragedia en el comedor de una sencilla casa familiar. Un retrato femenino perfecto.


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