2.2.12

Los descendientes de Alexander Payne

Decepcionante. Un George Clooney al servicio de un cineasta sometido a una adaptación sosa, que justifica el título del filme a partir de un precepto infantil sobre la fidelidad a los antepasados. De lejos que Payne ya no es el director de Election ni Entre copas, donde el sentido del humor y la puesta en escena sin pretensiones eran revelados sin tanto regodeo, sino de un realizador que busca adentrarse en los caminos del drama familiar de un hombre casado que descubre que su esposa en estado de coma le era infiel.

En Los descendientes, Payne se inclina por el drama en clave narrativa convencional, a través del cual, Matt King (Clooney) aprenderá a ser padre de la mano de dos hijas que lo ven de manera indiferente mientras su esposa es declarada desahuciada en una clínica de la ciudad. El cineasta muestra a su personaje débil, sometido a la voluntad de las hijas rebeldes (cómplices de la búsqueda del amante de su propia madre) y a la vez fortalecido en su rol familiar de liderazgo dentro de un clan de "terratenientes" de islas en Hawai.  Las transacciones de la venta de un terreno que pertenece a una docena de primos migrantes frente a la crisis de descubrirse engañado forman el eje tensional que Payne propone para que sus "descendientes" describan una fábula moral sobre la colonización y la "responsabilidad social".

Payne presenta a los King como dueños de parcelas, legado de misioneros y de la nobleza familiar. Repensar la naturaleza de esta raigambre, análoga a los descendientes que el personaje de Clooney intenta refundar en su propia familia resulta empalagoso y de buenas intenciones, que suelen ser enfáticas y dilatadas sobre todo en los últimos veinte minutos del filme, donde Payne echa por la borda algunos logros de interés: escenarios naturales de Hawai como vía de escape el drama interior de un hombre que sufre deslealtades.

Basada en una novela de Kaui Hart Hemmings, Los descendientes deja en claro que por más que este tipo de películas se hagan al margen de las grandes productoras de Hollywood, el cine independiente estadounidense está pasando por una crisis creativa, reflejada no solo en el espíritu de esta quinta cinta de Payne, sino también en ese sinsabor que deja al espectador, al que no le basta solamente una bella postal de Waikiki.

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