11.2.11

Perro sin dueño de Beto Brant y Renato Ciasca















La historia de Ciro, un treintón aletargado con complejos de adolescente que no tiene muchos planes para la vida, es en síntesis el argumento de una de las películas más insulsas del cine brasileño de los dos miles. Perro sin dueño trata sobre una relación amorosa entre jóvenes, así de simple, sin embargo los cineastas quieren de paso relizar un retrato de una generación sin muchas expectativas a través de un ritmo seco. Ciro, quien acaba de estudiar Literatura, desempleado, vive un romance sin muchas ganas con Marcela, su novia modelo, que a diferencia de él, si tiene las metas claras.

Podría resultar coherente darle el tratamiento episódico para narrar pasajes del quehacer cotidiano de un personaje que argumentalmente no tiene mucho que decir. Vemos lo suficiente de esta aparente duda existencial en cada secuencia: a Ciro haciendo el amor con su novia modelo, yendo a comprar a la farmacia, caminando por las calles nocturnas con su perro callejero (metáfora evidente), almorzando con sus padres, recibiendo traducciones, etc. sin más motivos que el de pasar el día a día como se pueda. Sin embargo la trama resulta superflua y por momentos de resoluciones antojadizas.

El brasileño Beto Brant llamó la atención con la eficiente O invasor y con la extraña Crimen delicado, pero con esta adaptación libre de Até o día en que o cão morreu, de Daniel Galera, joven escritor de 30 años, representante de la nueva literatura brasileña, que ambienta sus novelas en su Porto Alegre natal, terminó de convencerme que pudo hacer algo mejor.

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