4.1.11

Mi papá y el cine
















La primera y última película que vi con mi papá fue Túpac Amaru de Federico García, por allá en el año 1984 en el cine Metro de la Plaza San Martín. Y ahora que lo rememoro fue un verdadero fiasco, no sólo por la intención de didactismo que tuvo mi padre al llevarnos a ver esa película porque seguramente en el colegio íbamos a estudiar sobre el tema, sino que también el héroe mítico de la rebelión se hacía agua bajo la puesta en escena de Fico García. Nunca más volvimos juntos al cine.

Ya cuando era adolescente, y en plena crisis económica del gobierno de Fujimori, mi papá me daba dinero, a escondidas de mis hermanas, para que me fuera a la Filmoteca de Lima siquiera a ver alguna película por día. Me decía que le parecía incomprensible que me vaya a meter más de cuatro horas seguidas a una sala oscura, sentada, cuando podía practicar natación, correr, o hacer gimnasia. "El cine es para burgueses" me decía, pero igual me daba a diario mis cinco soles a las tres de la tarde.

Mi papá tenía un gusto especial para el cine, imagino que propio de su formación política y militante. Odió el Ché de Sorderbergh, así como Diarios de Motocicleta de Salles, para dar un par de ejemplos. Le llamaban la atención las cintas sobre la segunda guerra mundial y los documentales de parte, en general. Y ahora que hago este post tengo varias preguntas sin respuesta sobre sus actrices favoritas (de hecho que le gustaba Sophia Loren), sobre las películas de su niñez o adolescencia, sin embargo, me atrevo a mencionar algunas que estoy segura forman parte de su memoria del cine.



El arpa birmana de Kon Ichikawa. Mi papá se refería a este filme como una experiencia conmovedora, me decía que jamás había visto una cinta similar sobre la guerra. El cine bélico le llamaba mucho la atención, sin embargo le reventaban las “gringadas” sobre Vietnam. Jamás supe qué opinaba sobre Apocalypse now!



El padrino de Francis Ford Coppola. Mi papá era absolutamente fan de Marlon Brando, desde sus inicios (quizás desde The one wild de Lazlo Benedek). Esta película le fascinaba por la actuación de este actor (la voz, los gestos, la performance total) y más aún tras disfrutar el rechazo a su segundo Oscar. Toda la saga de El padrino le parecía una épica descomunal.



La hora de los Hornos de Fernando “Pino” Solanas. Me contó que la vio en un campamento de jóvenes, de cuando militaba en el partido de juventudes comunistas en Montevideo. La experiencia de comentar y ver la película de “modo colectivo” le resultó motivadora en un contexto político difícil para su generación.




Noche de circo de Ingmar Bergman. Me enteré de la existencia del cineasta sueco porque a mi papá le fascinaba esta cinta, aunque él me decía que la vio como “La mujer del payaso”. No me hablaba de Fresas salvajes, ni de Persona ni de El séptimo sello, sino de esta cinta sobre el interior del mundo del circo y su descomposición, pero sobre todo del relato de Alma, la mujer que es rescatada por su esposo, el payaso, de un acoso de soldados.



Zorba, el griego de Michael Cacoyannis. Mi papá también era fan de Anthony Quinn, sobre todo por su interpretación de Zampanó en La strada. Creo que en el fondo mi papá se identificaba con este personaje vital y sensible.



Ahí está el detalle de Juan Bustillo Oro. Mi papá detestaba el slapstick, por eso jamás enganchó con Buster Keaton o Los tres chiflados, y decía que del golpe jamás se iba a reir. Charles Chaplin era su paradigma del humor, así que el Charlot no estaba tan lejos de un marginal como Cantinflas. La muerte de este actor fue una tragedia familiar.



Estas son las cintas que le gustaban a mi papá, pero hay una que  resume mi relación con él en torno al cine, quizás lo que no pudo ser.

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