1.11.10

Un hombre solo de Tom Ford










La película tiene una fotografía impecable, un interesante uso del flashback que emula las sensibilidades de la ensoñación, y una irrepetible actuación de Colin Firth, pero eso es todo. Un hombre solo (A single man, EEUU, 2009) es una cinta hecha por el diseñador de modas Tom Ford, que emula el esteticismo y estilización de sus trajes en la pasarela para contar la historia de un profesor  cincuentón deprimido por la muerte de su joven y guapo amante.

Basada en una novela de Christopher Isherwood, la cinta está ambientada de modo sofisticado en Los Angeles de comienzos de los años sesenta, y hace que la copia del espíritu de Douglas Sirk sin mujeres sufridas sea posible. Colin Firth es un catedrático universitario inglés que puede lograr conjugar en un maletín una novela de Huxley con un arma suicida, mientras da una clase sobre las razones del miedo. Ford nos mete de lleno en un día en la vida de este personaje, de manías pulcras y soledad impoluta, que decide no dar tregua a su depresión, aliviada con calmantes y whisky, y que planea pasar un día bonito y tranquilo. Sin embargo, los recuerdos de su amante (el actor Matthew Goode) van poblando sus reflexiones, aunque esté acompañado de sus alumnos o de su amiga Julianne Moore.

Un hombre solo se sostiene en la actuación de Firth, quien le va dando la tensión y la delicadeza que requiere encarnar a un tipo susceptible, culto y herido. No hay momento del filme que prescinda de su presencia, desde el ojo que mira la cotidianeidad de su suburbio hasta el oído que descubre las afinidades de esa suerte de ángel que encarna el actor Nicholas Hoult (la en el bar, que pasa por el baño en el mar, hasta la contemplación de la casa es lo mejor de la película).

Pero qué es lo que me desagrada de esta película. Quizás su asepsia para narrar una historia de amor inconcluso, siendo así coherente con el espíritu maniático o metódico de su protagonista, pero que llega a hartar en la medida que todo es níveo, poco contaminado dando fe de ese estilo de vida americano encorsetado. Ford nos libera del melodrama, a pesar del futuro suicida, de la muerte sorpresiva que libera la depresión y la insatisfacción, pero a todo momento sentimos la medida de los planos, la limpieza visual tan sosegada por las blondas de los vestidos de la hija del vecino.

Ford presenta una galería de personajes secundarios que deja a la deriva. Quizás el tono del filme, en su glamour y perfección visual, se centre en aquella secuencia en la estación de gasolina, que inunda la pantalla con un plano exacerbado de Janet Leigh en Psycho, donde aparece un Jon Kortajarena, uno de los modelos españoles más perfectos, un típico man fatale, al que el protagonista le dice "Eres mejor que James Dean". Si vamos a rememorar los años simbólicos del parto del estilo de vida americano y sus lados oscuros y sempiternos me quedo con Todd Haynes.

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