20.11.10

Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de pasiones













En España, en plena época de transición democrática, había que decirlo todo y Pedro Almodóvar no encontró mejor manera que deslenguarse, echar manos al imaginario trash de los setenta y convertirse en cineasta con un par de obras esperpénticas, una delicia para los amantes de lo grotesco y del zafarrancho audiovisual. No hay mejores ejemplos del kitsch que Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y Laberinto de pasiones (1982), dos iconos de la escuela del mal gusto, la transgresión, del humor negro, del espectáculo de la coprolalia y los colores pasteles bajo el humo de la hierba.

Los títulos de sus cortometrajes como Dos putas o una historia de amor que termina en boda, La caída de Sodoma, Sexo va, sexo viene y Folle...folle...fólleme Tim!, hacian presagiar un filme de larga duración con los temas más libres de una generación desinhibida: drogas, sexo, travestismo y homosexualidad.

Su primer largometraje, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, rodada en 16 mm, fue más que un ejercicio para plasmar lo que la Movida madrileña prodigaba. Formalmente, la película tiene el aspecto de lo impresentable, errores de continuidad, de encuadres, además de pésimas actuaciones y un guión a la vista revisable. Sin embargo, mantiene un aura de locura, de frescura que causa hilaridad.

Almodóvar hace radiografías de sus amigos, al bestiario de chicas "fresa" violadas, de tías sadomasoquistas, de prostitutas y diseñadoras de modas, de rockeros y de locas confesas. Por ello, no es gratuito que Alaska aparezca como una de las protagonistas. Peri, Luci y Bom son el cuerpo y alma de Madrid, sus jóvenes post-Franco en juerga tardía e imposible a inicios de los ochenta. Al respecto, recuérdese la secuencia de las "Erecciones generales", ya antológica, y en la que el propio Almodóvar encarna al juez.

Dos años después, Laberinto de pasiones planteaba los mismos tópicos, pero esta vez con el marco de la globalización y del terrorismo internacional. Sexilia (Cecilia Roth), ninfomana acelerada, encuentra a Riza Niro (Imanol Arias), hijo de un sha, quien escapa de un secuestro. Aunque tiene un pasado gay, Riza se enamora de Sexilia.

Lo gracioso de Laberinto...es la mezcla entre el cine de acción, de aventuras, de persecuciones resueltas en pequeños espacios, en hoteles de decorados árabes, en discotecas "de ambiente". Tipos que gozan con taladros, padres que acechan a sus hijas y Almodóvar que hasta canta una pieza de rock. Ambos filmes parten de la cultura under de Madrid, pero con un afán lúdico, para darle ego al lado bizarro del cine, nada más. Por eso resultan memorables, divertidísimas, un lugar en la historia del kitsch en el cine.


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