Desde su primer acercamiento al cine como director y guionista, el agua es un elemento de ilación del elaborado universo simbólico de Kim ki duk, como catalizador o lugar primario donde se terminan saciando los deseos. El agua acompaña las decisiones más simples y brutales de sus personajes: un hombre yace muerto por culpa de un pescado helado y filudo clavado en su abdomen. Otro, intenta escapar de morir ahogado partiéndose el dedo que lo impide zafarse de las esposas. Muy cerca al agua también una mujer tiene un anzuelo prendido de la vagina y otra, muy joven, se casa con un anciano arquero a través de un ritual colorido sobre una embarcación en medio de la nada.
Al tener al agua y a los personajes más humanos en su brutalidad y enajenación como leit motiv, desde Crocodile de 1996 hasta El arco de 2005, el surcoreano supo, a través también de una puesta de escena que se fue "limpiando" poco a poco (sino recordemos el estilo "pop" asiático o muy "ochentoso" de Wild animals o la experimentación con la cámara en mano de Real fiction, aunque sus primeros minutos consisten en su más grande aproximación al estilo definitivo que luciría ya en los 2000) a transmitir toda una lógica donde priman las pulsiones, el deseo satisfecho de manera antojadiza e inmediata pero también vital y elemental, lo que en instantes nos evoca a aquella muchacha que se masturba con un cachorro en Domicilio desconocido, o el tipo que es ayudado a sacar con cuidado el anzuelo atrapado en su garganta en La isla.
Así como el papel del agua fue significativo en una etapa de su filmografía, como las playas en Bad guy o Time o como la laguna que encierra y acoge a los personajes en Primavera, verano, otoño, invierno…y otra vez primavera, el cine de Kim ki duk viró en los últimos años, de la mano con un estilo austero y minimal (de planos estáticos o grandes panorámicas y a la vez cámaras en espacios intimistas e intimidadores como cárceles (Breath, 2007) u casas deshabitadas), hacia la exploración de historias con personajes fantasmales, secos, mudos, despojados de teatralidad, pero sirviendo aún a uno de sus temas capitales: el amor como entrega extrema. Desde La Isla o Bad guy pasando por Samaritan girl, El espíritu de la pasión, Time o la reciente Dream (2008), Ki duk plasmó en la década reciente un entorno memorable para las relaciones más extrañas que haya prodigado el cine de los últimos tiempos.
Resulta interesante evaluar los logros de la carrera de este cineasta a lo largo de sus 16 filmes, desde Crocodile, donde es evidente sus más caros temas sobre el amor sui generis, mezcla de perversión y santidad, el perdón y la reconciliación, y sobre la caída de outsiders que viven en la fosa de la marginalidad, hasta Dream, donde la sofisticación de su propuesta llega ya a otro universo vital como es el sueño. Lo onírico bajo su ojo se convierte en una paráfrasis de la prisión de El espíritu de la pasión o en la cárcel para presos condenados a la pena de muerte en Breath. Ki duk es uno de los autores que ha puesto su marca en Occidente mostrando un cine coherente, lleno de los mismos motivos y obsesiones, y sin dejar de agotar sus más caras obsesiones.
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