Por Mónica Delgado
Cuando Teresa de Lauretis toma como inicio de su propuesta teórica a la obra de Lewis Carroll en su famoso ensayo de semiótica y género Alicia ya no, sostiene que el mundo del espejo ¨no es el lugar del reverso simétrico, sino el espacio del discurso y de la asimetría, cuyas reglas arbitrarias se esfuerzan por apartar al sujeto, Alicia, de toda posibilidad de identificación naturalista¨. De esta manera, leemos como Alicia se va distanciando a partir del lenguaje ¨que está poblado de las intenciones de los otros¨ de un entorno en apariencia normal, prolijo, hacia otro donde no tiene el control de nada. Si Carroll proponía a través de un estilo anárquico, donde las palabras inventadas se asumen como parte de este mundo subterráneo, anárquico y al revés lleno de Jabberwock, Tarrant o Tweedledee, Tim Burton lo hace a través de polaridades más marcadas, entre un mundo de afuera y otro de adentro a través del ludismo de sus imágenes.
Tim Burton no necesita de los neologismos y juegos lógicos del libro, él se queda más acá, requiere de las convenciones de un lugar de ¨buenos y blancos¨y otro de ¨malos y rojos¨. Tim Burton no quiere recuperar el filme de Disney ni la oscuridad de esa joya que hizo Svankmajer, sino que le apetece mostrar cómo ese ¨wonderland¨ resiste el pastiche, la mofa, el absurdo más antojadizo sin perder el argumento original de la obra de Carroll.
Alicia en el país de las maravillas es una película subvalorada en la medida que se compara a las otras versiones anteriores y al mismo universo burtoniano, lo que resulta un desmedro. Sin embargo, esta última cinta de Burton ofrece una perspectiva algo maniquea y moralista que resulta jugosa. Primero, me interesa cómo es que Burton se detiene en describir ese mundo de modales, de apariencias y reticencias en que vive Alicia en su normalidad, tratando de presentar una paráfrasis con los personajes que luego desenreda cuando ya Alicia desciende. De alguna manera, el retorno al hogar y al recuerdo paterno tienen que ver con la pureza y atavismos de la reina blanca, el camino correcto. Mientras que el lado tortuoso, el del corazón y de las rojas pasiones es el lado al que hay que decapitar. La Alicia de Burton es una joven que intenta ir en busca de sus recuerdos perdidos pero a la vez busca reencontrarse con su lado más inocente y acorde a las necesidades de los nuevos tiempos. No hay tolerancia con lo extraño, con lo que transgrede, porque allí Alicia se perdería. Un cuento moral definitivamente.(Publicado en La ventana indiscreta).
Cuando Teresa de Lauretis toma como inicio de su propuesta teórica a la obra de Lewis Carroll en su famoso ensayo de semiótica y género Alicia ya no, sostiene que el mundo del espejo ¨no es el lugar del reverso simétrico, sino el espacio del discurso y de la asimetría, cuyas reglas arbitrarias se esfuerzan por apartar al sujeto, Alicia, de toda posibilidad de identificación naturalista¨. De esta manera, leemos como Alicia se va distanciando a partir del lenguaje ¨que está poblado de las intenciones de los otros¨ de un entorno en apariencia normal, prolijo, hacia otro donde no tiene el control de nada. Si Carroll proponía a través de un estilo anárquico, donde las palabras inventadas se asumen como parte de este mundo subterráneo, anárquico y al revés lleno de Jabberwock, Tarrant o Tweedledee, Tim Burton lo hace a través de polaridades más marcadas, entre un mundo de afuera y otro de adentro a través del ludismo de sus imágenes.
Tim Burton no necesita de los neologismos y juegos lógicos del libro, él se queda más acá, requiere de las convenciones de un lugar de ¨buenos y blancos¨y otro de ¨malos y rojos¨. Tim Burton no quiere recuperar el filme de Disney ni la oscuridad de esa joya que hizo Svankmajer, sino que le apetece mostrar cómo ese ¨wonderland¨ resiste el pastiche, la mofa, el absurdo más antojadizo sin perder el argumento original de la obra de Carroll.
Alicia en el país de las maravillas es una película subvalorada en la medida que se compara a las otras versiones anteriores y al mismo universo burtoniano, lo que resulta un desmedro. Sin embargo, esta última cinta de Burton ofrece una perspectiva algo maniquea y moralista que resulta jugosa. Primero, me interesa cómo es que Burton se detiene en describir ese mundo de modales, de apariencias y reticencias en que vive Alicia en su normalidad, tratando de presentar una paráfrasis con los personajes que luego desenreda cuando ya Alicia desciende. De alguna manera, el retorno al hogar y al recuerdo paterno tienen que ver con la pureza y atavismos de la reina blanca, el camino correcto. Mientras que el lado tortuoso, el del corazón y de las rojas pasiones es el lado al que hay que decapitar. La Alicia de Burton es una joven que intenta ir en busca de sus recuerdos perdidos pero a la vez busca reencontrarse con su lado más inocente y acorde a las necesidades de los nuevos tiempos. No hay tolerancia con lo extraño, con lo que transgrede, porque allí Alicia se perdería. Un cuento moral definitivamente.(Publicado en La ventana indiscreta).
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