17.9.10

Von Praunheim, nostalgia camp

















Su verdadero nombre es Holger Mischwitzky, pero su "nombre de batalla" cinematográfica es Rosa von Praunheim, quien ha dado a mi imaginario trash y camp (películas imperfectas irónicas, de apariencia malhecha con énfasis en lo más chabacano de la cultura popular)las imágenes más sublimes, iconoclastas, floreadas y desopilantes.

Como en el cine de John Waters, el universo de este alemán está plagado de seres disforzados, exquisitos, desbordantes y feminizados, pero la diferencia está en su militancia en defensa de los derechos de las minorías sexuales. Sus películas, sobre todo documentales, con lo cual lo camp y trash adquieren otras intenciones más allá de lo cómico o mordaz, suelen ser sátiras sociales y contraculturales con fines claros, y a la vez un discurso político y comprometido que va más allá de la pura forma. La Alemania post caída del Muro tenía que desembarazarse de contingentes represores, y es, en casi todos sus filmes, la locación ideal para dar lucha contra la marginación a través de la vida de personajes peculiares y memorables.

No es perverso ser homosexual, perverso es el contexto (1970) es una cinta aún hoy provocadora. "Salir de los baños para salir de las calles" es el lema que sintetiza el espíritu de esta largo que dura menos de 70 minutos: urinarios en parques de Berlín usados como punto de encuentro para gays, en medio de la inmundicia y la promiscuidad. Von Praunheim coloca a sus protagonistas Daniel y Clemens en este contexto pero para darles una vida "normal" y burguesa, lejos de este guetto, que poco a poco se va a ir a desmoronando. Las opciones tienen que ser otras. “En materia de baños públicos y casas de masaje, tal vez habría sido mejor tener menos tolerancia y más control”, habría dicho alguna vez Von Praunheim sobre la polémica que provocó esta cinta hecha para la televisión, con autoridad conservadora en tiempos de SIDA y de derechos que se iban adquiriendo.


En su polo opuesto aparece el cortometraje protagonizado por el actor porno Jeff Stryker, quien está punto de ser devorado en medio de la mesa, allí casi desnudo, luciéndose como si fuera un gran bocado navideño, mientras comensales lascivos están a punto de usar tenedores y cuchillos sobre él: su apetitosa porno star favorita acrecienta gotas de sudor californiano en sus golosos rostros. Can I Be Your Bratwurst, Please? (1999), Jeff llega a Hollywood, a la meca del cine, donde conviven tanto las estrellas millonarias con la crema y nata de la producción alternativa y artesanal, allí alquila un cuarto en un motel y se convierte de manera automática en la fantasía erótica y caníbal de todos los huéspedes. Planos contrapicados, primeros planos de rostros hambrientos, bocas excesivamente rojas y el porno star que recibe una lección de antropofagia, inclusive de manos de una anciana que lo quiere engullir a como dé lugar.

Exceso es igual a Rosa von Praunheim: no hay nada más antológicamente kistch que aquella escena de El almohadón salchicha (1970), donde Dietmar y Lucy se dicen "yo te amo" quizás más de ochenta veces de la manera más edulcorada y cursi que recuerde. Y así podría mencionar a Yo soy mi propia mujer (1992) sobre la vida del delicado travesti de la RDA: Charlotte von Mahlsdorff o a la película Anita Berber - La danza del vicio (1987), retrato estrambótico y con estética de cine mudo de una bailarina nudista de los cabarets berlineses de los años veinte del siglo pasado. Y ni hablar de la demoledora Los virus no saben de moral (1985), uno de los primeros manfiestos sobre la propagación del SIDA, en clave de comedia negra, ya que relata el pánico entre los gays sobre el crecimiento de los contagios.

Rosa prepara una película sobre las actrices de Fassbinder, tema que alguien como él lo tenía que hacer, ahora sólo nos interesa el cómo.


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