28.9.10

Cabeza de vaca















Tzvetan Todorov empieza su libro La Conquista de América hablando del descubrimiento que el yo hace del otro : "Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es otro. Pero los otros también son yos: sujetos como yo, que solo mi punto de vista, para el cual todos están allí y solo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí". En este sentido y desde la mirada del descubridor, elije en su ensayo hablar de la problemática del otro exterior y lejano, refiriéndose al encuentro o choque que Cristóbal Colón tuvo con los habitantes de las Indias.

Es también en esta perspectiva que el cineasta mexicano Nicolás Echevarría plantea el relato de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, al mostrar cómo es que este personaje histórico, en una versión libre de sus crónicas, toma conciencia de otras cosmovisiones e imaginarios hasta subvertir los propios.

Echevarría, a través de su protagonista (de allí el tono subjetivo, pues estamos, como señala el título del filme, dentro de la visión del personaje) muestra la fortaleza y modos de vida de los “otros” descubiertos, quienes terminan al final de cuentas conquistando al forastero.

El argumento de Cabeza de Vaca se resume de la siguiente manera: En 1527, Alvar Núñez, tesorero del rey Carlos I de España, parte en la expedición de Pánfilo de Narváez a Florida, con la intención de hallar El Dorado. Pero las naves naufragan y terminan en las costas de Louisiana. Alvar es tomado prisionero y luego vuelto sirviente. Después de sufrir todo tipo de "humillaciones"(cocinar, cazar, pescar, limpiar, dar de comer, bañar a un tercero, etc.) es dejado en libertad. Se reencuentra con cuatro compañeros españoles y juntos emprenden el viaje de regreso.

Este filme del año 1990 se abre con un largo flashback, en San Miguel de Culiacán, en la actual Sinaloa, donde nos enteramos de la muerte de Alvar Núñez y de su empresa fallida. Luego, retrocedemos ocho años, hasta el momento en que varias barcas se encuentran perdidas en los mares, a punto de dar a tierra. Acudimos al desembarco al sur de la bahía de Tampa, donde los primeros indicios con el mundo nativo serán algunos mutilados y objetos que los españoles llaman “brujería”.

Echevarría quiere marcar de manera extrema las diferencias entre los españoles y los americanos, para luego comprender mejor este proceso que no tiene nada de simbiótico y lo hace desde las fisonomías, los silencios y los paisajes. Al inicio del filme, el siglo XVI en estas tierras se muestra a la mar descolorido, con planos de hombres hambrientos que ruegan a Dios una muerte menos terrible en medio de la nada. La vida entre indios no ha sido aún vivida, sólo escuchada como los relatos fantásticos sobre tesoros perdidos y mujeres de tres senos.

Cabeza de Vaca es, ante todo, el relato de un conquistador fracasado. Por primera vez el español en busca de tesoros es visto como esclavo, perdiendo así su aura de omnipotencia y de superioridad (lo racional, esbozo de modernidad se va difuminando), desplegadas de maneras distintas en crónicas históricas y ficciones posteriores. El encuentro con el Otro se dará en un ambiente de conflicto, tal como vemos en la secuencia donde Alvar Núñez es apresado. El conquistador será tomado como esclavo, viendo mellar su orgullo y su honor, y estará a las órdenes de un cacique enano y manco, representando así en extremo la dosis de otredad (diferencia física, lingüística, religiosa y moral).Recordemos que cuando Cabeza de Vaca, tras las humillaciones del enano y de su curandero, intenta huir y es regresado al lugar de castigo gracias a un conjuro milenario, en medio de su impotencia y de su condición, no le queda más que reivindicar su nombre ante su incomunicación: “Hablo, hablo y hablo porque soy más humano que vosotros, porque tengo un mundo, aunque esté perdido, aunque sea un náufrago. Tengo un mundo y un Dios... creador del cielo y de la tierra. A vosotros también los ha creado Dios. Me llamo Álvar Núñez Cabeza de Vaca, tesorero de su majestad Carlos I de España y V de Alemania, señor de estas Indias. Y esto son las esencias, yo soy de Sevilla, y esto es el suelo, y aquello el cielo, y esto una planta y qué más, qué más... y esto es arena, y más allá el horizonte y el mar”. Asumir su identidad es casi una catarsis.

De igual forma sucede con el pasaje del indio gigante: si un nativo pequeño le hacía perder el juicio, uno de dimensiones exageradas lo iba a transformar bajo el influjo del peyote. En la escena del rito chamánico, Alvar Nuñez, después de beber y entrar en trance, es sometido a una suerte de bautizo, que lo convierte en un miembro especial de esa comunidad que había formado con el curandero y el enano. Ya no sería más un extranjero, el contacto con lo más íntimo de la naturaleza, la de los indios y su panteísmo, le daba otras opciones de vida en el nuevo mundo.

La devolución de la cruz que llevaba en el pecho, que ahora está liada con plumas, es la consumación de una parte del proceso. Si bien el siglo XVI era una época aún poseída por el oscurantismo medieval y por diversos fundamentalismos religiosos, el personaje Cabeza de Vaca muta la forma de sus creencias, pero llega a concebir que el Dios de los indios puede ser el mismo de su fe. Pero Alvar no sólo tiene que moldear su modo de entender el misticismo, sino también el paisaje nuevo que lo acoge (de zonas tropicales, al desierto o las montañas).

Parafraseando a Todorov, Cabeza de Vaca encontró a esos Otros en él mismo, en su interior, hurgando dentro de sus creencias, de sus concepciones premodernas, y asumiendo sin querer una visión más abierta sobre la alteridad.

3 comentarios:

  1. Cabeza de Vaca, hace tanto que la vi, mantengo en la retina el plano final donde un centenar de indígenas cargan una enorme y pesada cruz; blanca si la memoria no me falla. Estamos hablando de 15 años atrás.

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  2. He empleado el documental en varios años a estudiantes de licenciatura en cursos de organización social. Me parece muy bien rescaado el personaje para mostrar un encuentro de dos civilizaciones. Es cierto, como su crítica lo hace ver, Nicolas Echavarria, muestra el otro yo. Contrario a lo que sucedió al sur de México, donde Bartolome de las Casas solo logró una dispensa papal, una bula, para que los indigenas fueran tratados como animales hasta hacerse cristianos.

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