19.9.10

Historias del Ichic Olljo de Pablo Guevara
















Cuando conocí a Pablo Guevara no había visto ninguno de sus cortometrajes. La verdad, jamás le pregunté por su etapa como cineasta. Nuestra amistad se basó en ir de cuando en cuando a alguna tarde a la Filmoteca de Lima y a conversar sobre cine, libros y gente luego de alguna clase en la universidad. Así nos hicimos amigos.

Tengo dos momentos memorables en el cine con Pablo. La primera, vimos Crash de Cronenberg, la verdad me sentí algo incómoda porque a los dos minutos del inicio de la película aparecía todo el trasero de Deborah Kara Unger y como que esas escenas (incluso aquellas con Holly Hunter o Elias Koteas) al costado de Pablo se me hacía como ver Saló con mi abuela. Cuando acabó Crash, se encendieron las luces y miré a Pablo, qué tal, le dije: "Qué tal manera de plasmar  lo religioso" o algo así, no lo recuerdo de manera literal, pero en ese momento di un suspiro. Pablo estaba fascinado y yo aún saliendo de ese trance al que nos suele meter Cronenberg.


La segunda vez fue cuando vimos una de la serie del Decálogo de Kieslowski, y antes que empiece la película hicimos algo que no suelo hacer jamás en el cine, comer papitas lays. Vimos No amarás, y esta vez ya no era el fetichismo sino el voyerismo. Cuando encendieron las luces, Pablo me miró y me dijo, qué te ha parecido. Yo no estaba acostumbrada a que una vez terminada una película apareciera así de repente esa pregunta, como si hubiera caído de pronto el telón sobre el écran. "Sí, me gustó. Ahora entiendo lo del mandamiento". Te voy a decir lo que pienso, me dijo, y quizás me haya dado la crítica más lúcida a la película, y de eso estoy segura, pero mi memoria no tiene ahora el recuerdo intacto. Pablo quería a Kieslowski. Y yo quería a Pablo.

Luego de la muerte de Pablo pude ver por primera vez sus trabajos, gracias a su esposa Hanna, en una proyección organizada por la revista Tren de Sombras. De épocas anteriores tiene trabajos al alimón con Luis Garrido Lecca (Pueblos olvidados de 1964, Pueblos en marcha de 1965 o 12 caminos de 1966), pero de esos no tengo noticia. Igual que Semilla o Periódico de ayer.

En 1984 dirigió una serie de cortometrajes basados en mitos prehispánicos pare el Centro de Teleducación de la Universidad Católica, Waq'on: el señor de la noche, Cuniraya e Historias del Ichic Olljo. En este último cortomentraje, de diez minutos de duración, el mito es puesto en un marco actual, de total fusión con la ciudad, es decir plasma cómo estos mitos se han ido asimilando y universalizando.  En Historias del Ichic Olljo (macho que monta), Pablo recupera y dramatiza el mito andino, usual de la región Ancash, sobre una criatura, de apariencia de duende, acusado de llevarse a mujeres jóvenes y a niños.

En los primeros minutos un testigo, un adolescente, va describiendo cómo conoció al duende, un día en que perseguía a su hermano mayor por la chacra. Pablo muestra este relato con artilugios propios del docudrama: mientras el testigo va narrando el encuentro, un par de niños van escenificando la materialidad del mito. En otra secuencia, un campesino narra que una madrugada capturó al duente agarrándolo de una pata y que lo amarró a una cuerda mágica hecha de tripa de cerda y cordón umbilical. 

Pablo muestra a Ichic Olljo (encarnado por Fernando del Águila) de largos cabellos pelirrojos y  espíritu vanidoso y resulta hilarante la escena donde lo vemos mirarse al espejo, y por ende mirar al espectador.

Luego de que Pablo nos introduce en el mundo mítico del duende, con escenas logradas como aquella ralentizada de una adolescente que se despierta sonriendo entre gallos y gallinas en medio de la madrugada o el paseo lisérgico, entre flores multicolores por un sendero mientras parejas se besan al paso del Ichic Olljo, Pablo va a dar una vuelta de tuerca desconcertante: el mito va a las ciudades, usa terno, baila música de pachanga y enamora a hermosas mujeres. El mito se actualiza pero cumple los mismos fines. Ya sea en Ancash o en Lima.

No puedo evitar ver a Ichic Olljo en clave de comedia sui generis, que más allá de dar a conocer en sí la existencia de este mito, propone nuevas lecturas para narrar lo testimonial a través del docudrama y hacer un pequeño ensayo sobre la naturaleza universal del mito a través de una peluca roja y una pachanga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario