Enemigo interno (2009) de Werner Herzog no tiene nada que ver con Teniente corrupto (1992), la mejor cinta de Abel Ferrara, salvo el nombre del título original y la idea del personaje policía en crisis. Herzog manda a rodar las intenciones del filme en que se inspira y elabora una obra lisérgica, ácida, de delicado humor negro, para verla casi en broma y teniendo como telón de fondo la endeble New Orleans luego de Katrina.
El primer logro de Herzog en Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans, el título original, es la atmósfera surreal (por momentos recuerda a David Lynch) de estar entre lo que vigila y sueña el personaje, entre sus desvaríos y climas internos enfebrecidos. Nicolás Cage es un policía drogadicto al vicodin, a la heroína, que se muestra irascible y poco atento, a quien se le entrega la investigación de una cruda masacre de una familia senegalesa. Encontrar a los culpables se convierte en un paseo interno, corrosivo, a través de diversos personajes cercanos y nuevos (Eva Mendes, Val Kilmer, Brad Dourif) donde el camino de la ley es cada vez más disperso y permeable.
A Herzog no le interesa hacer una crítica a través del protagonista de un sistema podrido, al contrario, ese modus operandi es el sistema, y sólo le interesa describirlo de modo cínico, sin sus artificios o tácticas amarillistas, como en la escena en que Cage atrapa a un sospechoso tras hurgar en casas de suburbios pobres y sin apretar el gatillo. Qué sistema le daría el caso más truculento al polícia más oscuro y poco confiable. Pues más bien de eso trata esta cinta, de cómo el mundo se puede acoplar a las elucubraciones de un polícia corrupto, para encima premiarlo y normalizarlo.
Desde los primeros planos Herzog trasmite esta idea de un entorno extraño. Una serpiente como síntoma de lo bizarro se pasea dentro de una cárcel inundada, mientras un preso reclama ayuda. Cage y su partner Val Kilmer apuestan a salvarlo o dejarlo morir. Es cuando por acto de gracia, el cínico Cage decide salvarlo y aventarse al pozo, lo que le costaría la espalda atrofiada y una carrera policial menos inquietante. Esta escena es el primer deslinde con el filme de Ferrara, ya que no habrá aproximaciones divinas ni explicaciones existenciales sino vueltas de tuercas antojadizas con tal de que todo quede dentro del orden social configurado.
Herzog se empapa de las convenciones del género (hasta Sérpico podría aparecer), sin embargo va zafando poco a poco hacia el esperpento, hacia una versión grata sobre el policía sin salida, sin traumas, sin profundos devaneos psicológicos, sólo acompañado de efectos sudorosos de sus trip.
Nicolás Cage en uno de los roles más interesantes que le ha tocado en años, ya incluso había perdido la esperanza de verlo "actuar". Aquí aparece en sus límites (sin llegar a las tonalidades de Leaving Las Vegas) y se muestra perdido, desubicado, alterado, hecho todo un maniaco de cualquier causa, ya que pareciera que no le importa encontrar a los culpables, sino simplemente hallar un tiempo libre para dedicarse a sus vicios.
La banda sonora de blues de Mark Isham es de lo mejor (incluso acorde a las intenciones del policial). El accidente provocado por un reptil, la alucinación con las iguanas, el hip hop en medio de la balacera son delicias impecables en el estreno más importante de la cartelera en lo que va del año. Herzog es sin duda uno de los directores prolíficos más notables de la actualidad. El final, con el rostro de Cage mirando a la cámara (y riéndose) enfatiza la burla y la complicidad en la que acabamos de participar.
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