8.9.10

Danzón o la invención de la nostalgia














Como en otras películas de María Novaro, en Danzón (1991) hay personajes en búsqueda. Pero por otro lado, también encuentro de manera singular una intención por mostrar un mundo utópico de mujeres. Julia (María Rojo) es madre soltera, telefonista y frecuenta cada semana el Salón Colonia, una pista de baile en Ciudad de México, donde parejas se reúnen a ritmo de danzón. Una noche espera sin resultados a su pareja de danza, Carmelo, un hombre mayor, a quien lo da por desaparecido y quizás en Veracruz. Pide vacaciones y se va en búsqueda de su compañero de baile, sin más razón. No importa si lo quiere o no, si se trata de un amor aún no confeso, pero lo que sí sabemos es que Julia tiene una idea entre los ojos y no estará tranquila hasta que se saque la astilla de la ausencia.

Danzón tiene todo el cuidado de las formas como los pasos del baile del título. Garbo, sinuosidad, control de los movimientos. Este recurso de acondicionar la trama bajo la premisa del ritmo permite un relato de descripciones y detalles, de secuencias acompasadas, de colores fuertes en lugares sombríos, de arreglo primoroso aunque sea para ir a la esquina. La cámara va siguiendo a su protagonista, primero, en su mundo doméstico que va de la casa al trabajo y del trabajo a lugar del baile, y así sucesivamente. Hasta que existe el quiebre, ir en busca de su amigo al puerto, el lugar de "machos" y de viajes y llegadas por excelencia.

Mientras Julia está en Veracruz, en una suerte de viaje de aprendizaje de su propia femineidad, su hija adolescente y su mejor amiga quedan suspendidas, en su espacio casero y laboral, para encontrar ella luego nuevas amistades: prostitutas y transformistas. Ambos, grupos de personajes donde lo femenino vive en extremos. Excesivamente mujeres (las trabajadoras sexuales que se quedan en casa por menstruar) y "performativamente" mujeres (los travestis que usan senos artificiales). De ambos grupos va extrayendo modos de entender su vida y continuar su búsqueda.
 
Hay una escena notable en que Julia y su nuevo amigo travesti descartan la muerte de Carmelo, ya que por error lo dieron por muerto. Novaro huye del melodrama o de cualquier de sus pequeñas posibilidades. La trama es un regocijo, es una búsqueda de personas felices, que se van a ir completando entre ellas más.

Señalo que es un mundo utópico de mujeres por la mirada que Novaro le da a todo ese universo donde los hombres son galantes, complementos silenciosos. Quizás la escena más emblemática es aquella donde Julia, con un espectacular traje rojo, pasea por el puerto a la vista de decenas de estibadores y marineros, quienes la devoran con miradas y frases subidas de tono que nunca escuchamos, porque quizás no existen. Sin embargo, aparece por un costado de la pantalla,  en su camino, un carro montacarga con unas extremidades que parecieran querer atacar a la paseante, dando la idea de la irrupción fálica. El falo aparece en forma de máquina, manejada por un hombre, pero sin causar en Julia el más mínimo reparo. Esta es una de las escenas más deliciosas, por su originalidad y sentido del humor, que el cine mexicano haya dado en la década de los noventa.

En Danzón, como el ritmo a la usanza antigua, se diseña un entorno de apariencia atemporal, dando la impresión de que estamos atrapados en el imaginario social de la década del cuarenta pero con mujeres trabajadoras, independientes, que no escatiman en seguir sus intuiciones y demandas. Existe una nostalgia inventada hacia los trajes, las relaciones amicales de verdad, el lápiz de labio rojo incandescente, las mujeres optimistas y seguras de sí. Esta Novaro es la que debe volver.

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