18.12.10

The rebirth de Masahiro Kobayashi





















Debo confesar que la primera vez que vi The rebirth de Masahiro Kobayashi fue una experiencia insufrible. El cineasta nos presenta a los personajes en una suerte de entrevista documental y testimonial, con los dos protagonistas en primer plano, por separado, hablando de su drama: Noriko (Makiko Watanabe) es una madre de una adolescente que mató a su amiga, y Junichi (el propio Kobayashi), es el padre viudo de la chica asesinada. Ambos, que no se conocen, viven a su manera el duelo, tratan de dar explicaciones a los sucesos y oscilan entre la culpa y el perdón. Luego de esta secuencia de confesiones y medición de estados de ánimo (quizás la única parte "oral" de la cinta"), el cineasta japonés nos traslada un año después, a un hostal ubicado en Hokkaido, donde los personajes se van a encontrar, comprender y soportar en medio del dolor de las ausencias.

A través de una puesta en escena calculada y repetitiva, asistimos a un ritual eterno de conocimiento del otro a través de acciones mecánicas. La trama de vivir con el enemigo bajo el mismo techo,  puede hacer aflorar el resentimiento de un personaje hacia otro, o clamar la necesidad de recibir perdón  son puntos que el cineasta revela en cada gesto y cada plano. En una segunda visión se aprecian más detalles, intenciones en los actos físicos que van a ir revelando a dos personas solitarias que poco a poco van a comparar y saldar su dolor. The rebirth es una cinta dura, no por su tema, sino por la intención en la repetición de escenas que se acumulan (vemos a los personajes en determinadas acciones que muestran el devenir de lo cotidiano, la rutina y la mecánica laboral), lo que demanda atención extrema y paciencia, pues el cineasta trata de colocar detalles que van a diferenciar el día 3 del día 8, así veamos a los personajes cocinando y comiendo lo mismo, en el mismo plano y ángulo.
 
La hora y media de The rebirth consiste en ver a este hombre y a esta mujer en su centro de trabajo y vivienda, en una misma rutina diaria que los involucra poco a poco:  se levantan,  se bañan, preparan los alimentos,  los comen, van a la tienda, a la casa y luego a dormir, y así sucesivamente día tras día, noche tras noche, sin una palabra. Dos personajes que aparentan no soportarse, aprenden a convivir. El final, el de la reconciliación, funciona como suspiro pero también  como punto de quiebre de lo común dentro del universo que plantearon estos dos seres para no cruzar miradas.

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