La foto que acompaña el nombre de esta página fue extraida de un fotograma de una de las películas de Philippe Garrel que más me fascina, La frontera del alba, una cinta seca, ominosa, sobre una relación amorosa inconclusa, frustrada, perdida, con sus idas y venidas, que de pronto se vuelca a lo sobrenatural, de un modo muy a lo Poe: el regreso de la muerte en busca del ser amado.
En un perfecto blanco y negro, que explota por momentos lo lúgubre, Garrel hace énfasis en las dicotomías que construye a lo largo del metraje: la amante casada rubia demente, vehemente, obtusa y la novia más joven con cabellos negros, tierna y susurrante; sucesos nocturnos o matutinos marcados o el día para la vida burguesa o la noche para la nota bohemia (espacios configurados por las dos mujeres).
Louis Garrel, hijo del cineasta, encarna a un fotógrafo relajado pero con planes y motivaciones para el futuro, que se desvive entre estos dos amores en tiempos distintos. Con este tema nuevamente ejemplifica uno de los motivos del cine garreliano, la imposibilidad de un amor dentro de lo convencional, siempre tormentoso, siempre desequilibrado, distraido. Carole (Laura Smet) es una actriz de cine que vive sola, mientras su marido viaja a EEUU. Un joven fotógrafo desaliñado (Garrel) llega a su departamento para hacerle una sesión de fotos para una revista. Es el inicio de su romance, pero todo cambia con el regreso del esposo. Es interesante como el personaje de Louis Garrel asume las alucinaciones de la amante muerta, como fantasma o como defecto del inconsciente, ambivalencia que se intenta responder a través de diálogos con diversos personajes.
La aparición del fantasma a través de los espejos tiene un toque a Cocteau, y la banda sonora resulta ideal e indispensable para el clima amoroso, de primeros planos por momentos, que intentan atrapar gestos y miradas, muy al estilo de Garrel. El protagonista tiene que elegir entre un matrimonio burgués, normal, con familia e hijos, o uno trastornado, surreal, simbólico, pero a la vez inalcanzable, lo que resulta paradójico. No es el Garrel de El nacimiento del amor o Los amantes regulares, ambas obras maestras, pero ha hecho un filme sobre el amor romántico, tortuoso, fou, de manera apática, sombría, anacrónica.
Louis Garrel, hijo del cineasta, encarna a un fotógrafo relajado pero con planes y motivaciones para el futuro, que se desvive entre estos dos amores en tiempos distintos. Con este tema nuevamente ejemplifica uno de los motivos del cine garreliano, la imposibilidad de un amor dentro de lo convencional, siempre tormentoso, siempre desequilibrado, distraido. Carole (Laura Smet) es una actriz de cine que vive sola, mientras su marido viaja a EEUU. Un joven fotógrafo desaliñado (Garrel) llega a su departamento para hacerle una sesión de fotos para una revista. Es el inicio de su romance, pero todo cambia con el regreso del esposo. Es interesante como el personaje de Louis Garrel asume las alucinaciones de la amante muerta, como fantasma o como defecto del inconsciente, ambivalencia que se intenta responder a través de diálogos con diversos personajes.
La aparición del fantasma a través de los espejos tiene un toque a Cocteau, y la banda sonora resulta ideal e indispensable para el clima amoroso, de primeros planos por momentos, que intentan atrapar gestos y miradas, muy al estilo de Garrel. El protagonista tiene que elegir entre un matrimonio burgués, normal, con familia e hijos, o uno trastornado, surreal, simbólico, pero a la vez inalcanzable, lo que resulta paradójico. No es el Garrel de El nacimiento del amor o Los amantes regulares, ambas obras maestras, pero ha hecho un filme sobre el amor romántico, tortuoso, fou, de manera apática, sombría, anacrónica.
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